

Después de sobrevivir a la pijamada de mi hija, me doy cuenta que no sólo es una fiesta nocturna en donde anfitriona e invitadas se empijaman. Prefiero pensarla como un rito urbano, creado por las jóvenes, en donde han sabido sincretizar aspectos frívolos, lúdicos y existenciales, de carácter clandestino, usando como refugio la noche y madrugada, para desentrañan en la intimidad su personalidad, divertirse como supuestamente lo hacen las grandes, pero a su modo, al de ellas, atreviéndose a ser lo que el mundo cotidiano y la obediencia les impide. Un rito que no es legitimado por las instituciones sociales que regulan la moral y las buenas costumbres. Más bien es un rito de palceres miméticos, con reglas básicas no protágonicas.

Retar a Morfeo en un aquelarre blanco, agotando a la rutina con risas y maquillaje, historias y karaoke, no dejar que el sueño las venza sino caer dormidas después de haber soñado entre palomitas y salsa valentina, rompiendo una marca y crendo recuerdos propios.
El depto 102, sobrevivió a suprimer pijamada…
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